No creo que sea obligatorio hacer balances a esta altura del año. Sin embargo es un mal compulsivo. La gente sabe que hace mal andar recontando un pasado tan inmenso y pequeño como un año y, sin embargo, insiste sin clemencia.
En los últimos tres días cuatro personas me preguntaron por mi año: mi mamá, mi amiga M, un taxista y la verdulera. A las cuatro les respondí distinto porque hacían referencia a distintos aspectos de mi año o períodos de los 365.
¿Vos hablás de cómo me fue en el trabajo o en el otoño? ¿antes de cumplir 29 o económicamente?
Estoy orgullosa de la obra, de que mis plantas no se hayan quemado bajo el sol, del mirador de la terraza, de poder convivir con el gato, de mis amigos, de un par de caricias...
No tanto de mi desorganización constante, de la saturación, de mi insomnio, de no haber podido decir un par de puteadas a tiempo, de haber largo otras...
¿Cambia todo cuando llega el 1?
Hay cierta compulsividad por el cambio que me repele. ¿Por qué vamos a andar cambiando cuando estamos cómodos...y eso que la comodidad es una sensación que falta en estos días?
Mañana tengo que ir a probarme mi vestido de madrina color lavanda...vuelvo a ser madrina...cada vez mi vida se acerca más al guión de una comedia romántica...Pero volviendo, que se case una de mis amigas más viejas, más queridas, más lejanas en la distancia y cercanas en el corazón hace que sienta que un ciclo se cierra y otro se abre.
Supongo que entrar a una casa de novias para alguien como yo...o, mejor dicho, que alguien como yo que hizo de su año un manifiesto de la libertad emotiva termine su año en una casa de novias es algo bastante paradójico. Y eso no es para nada extraño. Porque todos los años buenos, como los buenos personajes o las buenas comedias románticas, tienen algo inconcluso o cierto blanquinegro (blanquilavanda en mi caso).
Para encontrar el equilibrio hay que aprender a caminar dando un paso a la vez y sostenerse sin caer mientras lo damos.
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1 comentario:
No se enrosque sra.
Chin chin
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