Simba volvió

Se supone que es re copado tener un gato. A mí me encantan como tantos otros animales. Podría poner un pato en la terraza, un conejo en el balcón, una mariposa en el baño y un tigre de bengala en cada dormitorio. Pero no. Tengo un gato.
Los gatos discuten. Ven cuál es el más guapito de la cuadra...de la manzana en mi caso.
Ayer Simba se perdió. En verdad, no creo que se haya verdaderamente perdido, lo que se dice perdido: discutió con el gato negro de Cochabamba y en la pelea aterrizó tres pisos más abajo, parece.
El punto es que hoy el gato no estuvo y yo en crisis. Antes de que mi vecino me lo trajera sano y salvo, mi rastrillaje barrial fue inútil.
Mi madre opinó que no estoy preparada para la maternidad si pierdo al gato. Yo nunca puse en duda su afirmación.
Mi amigo P opinó que es obvio que yo detesto la convivencia como concepto y que el gato lo debe haber palpitado. Yo lo refuté argumentando que con el gato convivíamos bárbaro porque no nos invadíamos. P dijo "claro, lo dejaste hacer cualquiera y se te fue". Sólo por ganar la pelea le dije que si Simba no había vuelto era por motivos de fuerza mayor.

22 horas toca el timbre el vecino. Con Simba. Simba salta a mis brazos. Ronroneos a lo Casablanca y nos juramos no separarnos más.

La pregunta es la siguiente: ¿se supone q ahora le ponga un chip con GPS, lo encierre, le prohiba visitar a sus amigos de la cuadra, lo regale, me compre un pato?

No.

Tal vez lo mejor sea que los dos sigamos así con nuestra extraña convivencia: él con sus noches de parranda gatuna, yo con las mías. De hecho ahora pienso si él no se sentirá como yo ayer cada vez que yo salgo al teatro o con mis amigos como ahora pienso hacer.