jueves, 29 de octubre de 2009

Viajar sola despeja la mente

Vamos a suponer que mi cabeza en un barullo. Casi como siempre, digamos. Viajo, me voy lejos y todo se aclara a la distancia, aunque sea a unos metros como un cuadro impresionista.

Todo llega por mail: reclamos, obligaciones, noticias de todo color, extrañamientos varios, recordatorios, gente que està y que no, novedades inesperadas, regresos profundos, evasiones varias.

Por suerte abro el mail una vez por dìa y al ver el conjunto completo las prioridades se aclaran.

En el hostel hay diez personas màs o menos. Nadie del congreso y una banda de ska completa con rastas y todo que le dan un toque musical màs que peculiar a las noches, tardes y maànas porque ensayar les encanta y yo ya me postulè pàra hacerles los coros..me debo haber aprendido tres temas y ayer hice la percu! con una cacerola. Hoy les recitè el poema de Idea Vilariño que tengo que estudiar y, para ellos, soy la exòtica que llora y lee sola el mismo poema tres veces por dìa. Yo les aclaro, aunque no deberìa, cuestiones poèticas que no me preguntan, como si tuviera que justificarme.

El calor es un espanto de pegajoso. Se pega en los bolsillos, en las hojas en los cachetes y no hay aire acondicionado. La siesta de rigor se vuelve una experiencia inevitable y soporìfera.

Ayer demostrè mis habilidades como pèsima jugadora grupal de truco, tan pèsima que gano proque al no saber en su completitud las reglas juego a voluntad y, somo quien miente sin saber verdades en rigor de verdad no miente, me ganè una cerveza que colectivicè entre los mùsicos, los chicos de brasil, als alemanas que dan ronquidos del primer mundo y los cuidadores del hostel que son de lo màs simpàticos.

Hoy fue el dìa del mail, del llamado inesperado, del mensaje de texto. Tambièn de los ñoquis, del rìo en luces y del paseo por calles vacìas.

Me voy a comer un helado epifànico, como una revelaciòn de las pocas ganas que tengo de cenar.

Viajar sola, al menos dos veces por año, deberìa estar recetado para gente como una con una terrible capacidad de volar entre obligaciones varias, sentimientos saturados y adrenalina en dosis altìsimas de lunes a lunes, haya sol o llueva.

Con todo màs claro, me preparo para caminar diez cuadras, ver el rìo, saludar a los peces y agradecer los mensajitos que me mandan y les responderè mirando la luna y derritièndome en la arena.

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