sábado, 5 de septiembre de 2009

¿A dónde van a parar todas las cosas que esperamos que pasen y no pasan?





Llamo a D en un horario insólito de un día insólito y me pregunta qué me pasa. Le cuento. Toda la información es ridícula, viene mezclada, intento generar un orden, encontrar un principio para todos. Porque hace tres años y hace dos días y hace una hora y hace un semestre. Todo es una maraña. D no entiende los nombres y los datos y las fechas y los vínculos y me pregunta de qué estoy hablando. Respondo: ESTOY HABLANDO DE TODAS LAS COSAS QUE ESPERABA QUE PASARAN Y SE DIERON COMPLETAMENTE AL REVÉS. ESTOY HABLANDO DE TODAS LAS COSAS QUE GENERÉ QUE PASARAN COMO DUEÑA DE MI PROPIO DESTINO SIN SABER LAS CONSECUENCIAS INSÓLITAS QUE ME IBAN A TRAER. Me duele la panza, me da cosquillas, me siento feliz, estoy angustiada. De nuevo un revuelto.
D me dice muchas cosas que le dijo un Chamán vaya a saber una dónde. Yo escucho como si fueran enseñanzas universales. Tal vez lo sean.
Sigo hablando sin entender ni mi propio discurso. Me pregunta si quiero que venga a verme, le digo que no que es tarde, que lo único que necesito es poder ponerme en orden. Juntarme.
Me pregunta qué cosas me gustan. Respondo: me gusta despertarme y que haya sol. Me gusta regar las plantas. Me gusta abrazar a mis amigos. Me gusta que me hagan chistes tontos. Me gusta leer a la tarde. Me gusta la noche en todas sus formas. Me gusta viajar sola a cualquier parte. Me gusta escuchar y que me escuchen.
Con D nos conocemos hace más de 20 años, así que podemos hablar con la impunidad que da el tiempo a ciertas relaciones que ya participaron de todas sus etapas.
Me callo la boca. Respiro. Me acuerdo que hoy me enamoré como suelo enamorarme una vez al día de un extraño.
Me acuerdo que antes de llegar a casa me puse a llorar viendo la obra de teatro de un amigo que hablaba de las cosas que se pierden cuando el tiempo pasa.
Hablo de otra cosa.
Me gustaría poder explicarme.
Vamos a hacer como que uno mete una paloma de una galera y sale un conejo. Y me encantan los conejos, pero es raro que si una mete una paloma salga un conejo. Raro y, a la vez, esperable: mucho más raro hubiera sido que saliera un pequeño elefante violeta.
Mi problema, concluyo calmada, es el siguiente: yo meto pájaros en la galera y, en vez de que salgan volando, espero que aparezcan elefantes violetas: ni una cosa ni la otra: salen conejos, hermosos, blancos de orejas, brillantes. Conejos que saltan y me ponen feliz. Y yo pienso que son elefantes violetas hasta que me doy cuenta que no tienen trompa y nunca viajaron a la Sabana.
Entonces mi problema no son los pájaros, ni los conejos. Mi problema es seguir tratando a los conejos como elefantes únicos y violetas, a sabiendas que son conejos que van a correr tras la zanahoria en cuanto se les plante una.
Pero yo, incluso en plena estampida, sigo adorandolos como a hermosos elefantes.

2 comentarios:

leit0 dijo...

Que pregunta dificil.

Un día lo vamos a entender. Hay que seguir adelante.

Saludo

Ariel Dufey dijo...

Jime:
Tu estilo se parece cada vez más a Cortázar. Me recuerda a esas lecturas juveniles.
Por otra parte, sobre las cosas que no pasan o, más bien, sobre las que pasan y se pierden, hay un hermoso poema de Amado Nervo que se llama "El castaño no sabe", podrías darle una lecturita.
Saludos.