martes, 4 de noviembre de 2008

De pura casualidá

Hay casualidades que son verdaderamente ridículas. Una va caminando por la calle y se encuentra a la preceptora de la secundaria o se entera de que una prima de su vecina es la novia del cuñado de su ex novio. Al pedo, digamos, tener este tipo de datos que sólo aparentan encontrar en el mundo un orden místico ridículo y sin trascendencia.

Otras casualidades parece que no. Que se dan cuando una menos se lo espera y aparecen para cerrar cuentas pendientes, charlas pendientes o reiniciarlas en el punto justo en el que la vida las cortó.

A veces hacen bien, otras no tanto.

Lo cierto es que con treinta grados de sensación térmica que a una le anden saltando los tapones podría interpretarse como una simple fusión climática. Pero no es casualidad. Desde ya que no.

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