Son las cinco y cuarto de la mañana y mi mamá entra corriendo a mi habitación. A la vecina de mi futura casa se le inundó la casa. Me visto y salgo. Camino siete cuadras tratando de despertarme. Llego y me encuentro con la vecina a los gritos y el hijo de la vecina diciéndome epítetos simpatiquísimos dignos de la barra brava de Boca. Después de rezarme el refranero de insultos populares subimos a la casa y tratamos de detectar el problema. El plomero tapó un caño con una bolsa de Coto en vez de un tapón. Cerramos la llave de paso y le prometemos a la vecina que a las ocho va a llegar quien solucione el problema. Vuelvo a la casa de mi mamá y busco a un plomero de emergencia. A todo esto dormí tres horas y todavía me queda llamar al abogado, ir a la municipalidad, conseguir a un plomero de emergencia; además de escribir un artículo, entregar un informe en la universidad, ir a un seminario y reunirme en escasas cuatro horas con mi equipo de investigación; además de olvidarme de mi estado de la cuestión emótico sentimental; además de acordarme de llevarle las revis a Funes para que las lleve a la FEA. ¿Alguien sabía que a las 6 de la mañana dan Beverly Hills 9210?
Hace mucho calor y yo me pregunto cómo hubieran sido las cosas su me hubiera ido a vivir al sur hace tres años. También pienso cómo sería si me fuera mañana. Si en vez de todo, armara un bolsito y aterrizara en medio de las montañitas. Al menos, no haría calor.
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