martes, 20 de mayo de 2008

Las hormigas en Irlanda

Hoy pude volver a escribir por primera vez en los últimos dos meses. Fue difícil, engorroso, con pausa tras pausa, pero pude y me alegra. Creo que ahora que evité angustiarme frente a mi compu, voy a poder dejar de hacer otras cosas compulsivas que hacía para suplir esa descarga de ansiedad que es la escritura o, mejor dicho, las historias que salen mientras escribo. Deben ser como tipitos que cuando se atoran en la panza tienen que salir por algún lado.

Cambiando de tema, o no tanto, el viernes tengo mi quinto casamiento juvenil en menos de dos años. Casamientos sub 30 por llamarlos de alguna manera aunque, con rigor de verdad fueorn todos sub 28.
Una peinsa a esta altura que ya se aprendió los protocolos: en qué momento dar las felicidades, la cara de sorpresa antes de tirar de las cintitas, el arco que tiene que hacer el arroz al caer para no darle a algún familiar en la cara, etc. etc. Sin embargo, siempre se aprende cosas nuevas, no? Uno aprende, por ejemplo y para empezar, que los amigos de una son gente casable, dato importantísimo considerando que muchos de ellos eran reales defensores de la soltería. Por otra parte, nos aleccionamos de la capacidad de mucha gente de usar traje y pelar novios y novias adevenedizos para llenar el casillero de pareja. Sumemos un tip final que rompe con un mito cinematográfico: no es cierto que sea un buen lugar para conocer a nadie, la atmósfera engaña y una incluso va un poco vestida de vidriera para las fotos.

Hoy pensaba que lo que más me gusta de los casamientos son las especulaciones. Es inevitable pensar, antes o después de la torta, el futuro de la pareja, incluyendo datos como cantidades de hijos, color de las paredes del departamento, gustos vacacionales, posibilidad o no de respetar los juramentos enunciados, mascota en común y otros datos que nos inquietan.
Por otra parte, y más cuando conocemos a la gente desde hace tanto, recordamos borracheras, ex novios/as, acné adolescente, machetes de química y demás datos de color que llevan a que nos preguntemos qué hubiera pasado si el/la novio/a hubieran vivido parte de la adorable adolescencia de su contrayente. Probablemente estarían en la lista de invitados.

Como sea, una está estoica para las fotos, con presente hogareño en mano y asumiendo que si bien una es de las viejas de las fiestas de quince y de las niñas de las bodas de plata, es de las colegas/pares/compañeras de los maravillosos casorios. Y lo peor es que una sigue así, tan al tun tun por la vida, tan dudosa como siempre por las situaciones climáticas y el futuro de las hormigas en Irlanda que es casi increíble que así como si nada, se le diera por atacar a la adultez.

Así de deseenme mucha suerte en esta empresa y que por lo menos me llene la panza de esos tipitos molestos, a ver si al día siguiente me pongo a escribir.

1 comentario:

Maria Turner dijo...

a mi los tipitos molestos me aparecen e todas partes!!! jajajaaajajajajjaja.

che, no te preocupes, ji, que yo no me caso!

besos.