jueves, 22 de mayo de 2008

Caracoles

A ella le gustaría ser más casual, sonar más a por aquí pasaba, vi luz y entré. Pero no, no le sale. Se queda rígida, parada contra la puerta, interrumpiendo el paso. A ella, adentro mío, le gustaría decirme, ¿no me ves acá?, ¿no me ves?
Pero no dice nada y mira al piso para no ver si algo pasa por el costado. Adentro hay muchos ruidos y algunos bailan. Algunos pueden bailar porque no les importa. Son los más vulgares, los que tenemos todos. El miedo a la oscuridad suele romper la pista. El miedo a las cucarachas toma un daikiri de melón mientras agita sus ocho patas ¿o tiene seis?
Pero la fobia a los caracoles no. Es tan ingenua que quisiera pasar desaprecibida sin que nadie la mirara. Ser de otro palo, de otra pista, ¿por qué no le tocó ser fobia a las arañas o a las decepciones amorosas? El miedo a que no nos quieran la rompe vaya donde vaya. Hasta rompe corazones. Es un miedo cruel. Cuando entra salen las luces de todas las cámaras. Lo apuntan. Disparan. Impregnan ese terror corriente. Ese terror tan narcicista. Al fin y al cabo el miedo a que no nos quieran es un miedo de todos, es el más egocéntrico y el más vulgar de todos los miedos. O por lo menos eso es lo que le dice el miedo a las tardes de domingo a la fobia a los caracoles. Y ella se pone colorada. Sabe que las tardes de domingo en verdad están celosas pero no se atreven a decir nada. Al final todos los miedos son cobardes y egoisas. Eso no importa. A ella no le importa. Porque de pronto yo me acerco al jardín y veo al monstruo cornudo y enroscado sobre una flor celeste. Y grito. Grito tan fuerte que ella de pronto se siente hermosa. Y, por un segundo, el segundo en el que se paralizan todas las fobias lustradas, ella escucha su música favorita. Y baila. Y se siente extraña, pero bien.

2 comentarios:

toto scurraby dijo...

yo creo que el miedo nos hace sobrevivir

Vivian dijo...

y cómo se llama el miedo a que no te dejen comments?