viernes, 4 de abril de 2008

InTímida...descargo sobre las invitaciones vedadas

Me resulta más que difícil tener que explicar mi timidez. Más aún siendo evidentemente pelirroja. Más de una vez quedo como una resentida social que no saluda, o que dubita, o que no se sabe si quiso o no, si se hace la diva o la tonta, o si directamente vive en la luna. Lo que la gente no sabe es que lo que para otros es mero gesto involuntario, para mí es un ejercicio y para nada me vanaglorio de que me cueste tanto lo que para otros resulta tan natural.
Hoy a la noche leo y le pedí especialmente a mis amigos que no vinieran a escucharme, pese a haber sido ellos quienes seleccionaron el repertorio. Incluso, mi amiga cuasi homónima G., me preguntó cómo hacía para preferir un auditorio extraño a un auditorio conocido. Justamente, G., le respondí, un auditorio extraño me posibilita ser una extraña, mirar el piso, tartamudear un poco, irme corriendo después de un par de versos y generar ese misterio ridículo que se resume en Y.A.ESTA.QUÉ.LE.PASA?

- A veces, es verdad, selecciono un par de intrépidos para que me aten al mástil y no me escape y grite yo más fuerte que las sirenas. Su rol, en este caso, no es tanto escucharme leer como evitar que no lea. -

Mi auditorio entrañable, por el contrario, esperaría de mí algo más de entrecasa, de puertas adentro, cuando no dudo un instante en recirtar Alfonsina a lo Singer usando de micrófono un cucharón y vistiendo un camisón de seda.
Por eso, amigos míos, la ventaja de conocer a un tímido cuando depone los escudos, es que empieza la función.

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