sábado, 3 de octubre de 2009

Simba o Simbad

El gato es un ser con el que yo supuse que iba a poder convivir. No habla. No me pregunta qué me pasa. No se pone celoso. No se enoja cuando llego tarde.
El gato se limpia solito y se sirve su comida. Come siempre lo mismo. Hace diferentes maullidos según la ocasión.
El gato ronronea cada vez que me ve. Se conforma con que le tire una pelotita de papel para ser feliz.

Simba era un ser perfecto para mí, yo pensaba, hasta que empezamos con el tema "piedritas".

El gato es un resentido. A ver, yo no puedo dormir con un animal que me despierta. Un animal que no tiene la autonomía suficiente como para disfrutar de que el sol salió e ir a olisquear las flores. No. El señor tiene que refregarme los bigotes en la nariz hasta que yo abro mis ojos, me enternezco y me levanto...PARA NADA...sólo para darle el gusto a las 6:30 de la mañana...4:30...5:15... o a la hora que a él le plazca.

Solución: el gato duerme afuera, que se haga hombre, que se pelee con el gato de la vecina -que lo detesta y lo ama en iguales proporciones-.

Pero al gato no le gusta dormir afuera y encontró el modo de hacérmelo saber: el muy turrito decidió hacer sus necesidades afuera de las piedritas en lugares visibles.

TRES VETERINARIOS, MÁS UNA DECENA DE AMIGOS INSISTEN EN QUE EL GATO HACE POR INSTINTO SUS NECESIDADES EN LAS PIEDRAS. SIMBA NO.

Ya harta de la situación, después de haber comprado TRES tachos para piedras, dedicarme a cambiarlas 2 veces por día y haber incurrido en todo tipo de charlas con el gato decidimos que lo mejor para nuestras vidas es separarnos.

El gato lo entendió perfecto. Me escuchó mientras que con toda la paciencia desarrollada en estos años le explicaba por qué lo nuestro no podía seguir, mi frustración ante su caca por toda la escalera, mi deseo de dormir en paz sin que nadie me despierte sin motivos, mi cansancio frente a sus rencores. Tu vida por allí, mi vida por acá.

Simba lo entendió perfecto. Hoy cuando llegué el muy desgraciado me rompió mi pulóver de conejos.

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