miércoles, 30 de septiembre de 2009

Puf!

Hoy fue uno de los días más largos que recuerdo. No sé por qué dejo para los miércoles todas las cosas importantísimas que tengo que hacer. Ésta es una de esas noches en las que miro afuera y me sorprende que todo esté tan callado. Y también una de esas noches en las que hablo sola. Decidí hacer la lista positiva y puse las tres cosas que me alegraron el día. La segunda, en orden de aparición, es que me está creciendo un mandarinero en un frasquito de yogurt. Supongo que cuando esté grande lo voy a trasplantar a la bañadera que está en la terraza muerta de risa donde va a estar mi limonero. Todavía no fui a Tigre a buscarlo, pero la tierra lo espera.
No ordené mi casa. No terminé de escribir lo que tenía que escribir. Atendí el teléfono 5000 veces. E hice una cola de una hora en Aerolíneas para que me den un papel diciendo que yo soy yo y que yo viajé hace tres meses y ahí caí en la cuenta.
Yo sé que tengo un exceso de energía. Pero todo lo que pasó en estos tres meses podría agotar a una familia entera de suricatos.
Volví a mi casa y me dediqué a leer lo que no tenía hasta que me harté de la desconcentración y me fui a Grisel a estrenar zapatos nuevos.
El tema Grisel es complejo: el promedio de edad de la asistencia es de 60 años, considerando que yo con mi 29 tiro para abajo las estadísticas. Entre tanto olor a naftalina y zapato encharolado hay algo de la gracia y la delicadeza que me hace sentir cómoda. Además, el certificado de anonimato me permite pisar a quien mis zapatos quieran sin culpa, tropezarme tres veces y a nadie le importa un bledo si total el público asistente se compone de vecinos del barrio.
Volví a mi casa y me convertí en un ser productivo. Hice todo lo que debía. Y me angustié. Porque era obvio que me iba a pasar tarde o temprano. Porque se supone que es lógico que me asusten tantos cambios y porque la felicidad a veces tiene manifestaciones extrañas. Y el trabajo en exceso costos altos.
Cené sopa con frutillas. Pensé en ir a dormir, pero como tantas veces no me sale.
Tomé dos o tres decisiones importantísimas en este gran universo lleno de misteriosas vueltas y mandatos. Y ahora, en este preciso momento, estoy contenta porque ya cambió el día del calendario y estoy planificando que mañana salga el sol y se acerque más la primavera.
Que las flores crezcan y las hojas sean cada vez más verdes. Que el azar me sorprenda que todavía estoy soñando.

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