domingo, 16 de noviembre de 2008
capri, capri
Bueno, resulta que Bs As no es tan grande. O por lo menos si en el mundo hay seis grados de separación, en la ciudad y, en mi generación, habrá a los sumo 3. Lo gracioso de esto no es que la gente se conozca se salude, se sorprenda. Este fin de semana me pasó algo insólito. INSÓLITO. Resulta que volví a bailar tango. Nunca dejé, peor retormé un ritmo sistemático. El sábado descubro en una breve charla un detalle que me sonaba familiar. Alguien nombra a alguien que conozco, o que por lo menos conozco por referencia... o algo así. Como el que llevaba el discurso no me era tan familiar, lo dejo que siga hablando y no hago comentarios. Sigue la charla y, de pronto, el alguien pasa a hablar de alguien a quien SÍ conozco. Y, para que la cosa se ponga más interesante empieza a hablar de mí, (jua!) sin tener la menor idea de que estaba hablando de mí y diciendo algo bien interesante de saber. Tal fue el sacudón que no pude menos que seguir la charla hasta que, de pronto, muchas cosas empezaron a tener otro sentido. La charla terminó cuando la anécdota en cuestión se acababa y yo me fui con la piel de gallina. En la anécdota yo era "una pelirroja como vos". O sea, como yo.
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