jueves, 29 de mayo de 2008

Un casi gato

No me gustaría haber estado en su lugar y eso que por casi una semana vivimos bajo el mismo techo. El sábado la modista de al lado me tocó el timbre y, desesperada, me dijo por el portero que un gato estaba en el escalón de la entrada de mi casa y maullaba con insistencia. Creo que me apiadé de la serenata que se escuchaba desde mi balcón, así que bajé para ver de qué se trataba eso de que un gato minúsculo no podía vivir sin mí. Cuando llegué abajo, y antes de abrir la puerta, el desgraciado estaba ahí con unos ojos enormes, sentado sobre sus patas traseras y mirando con una cara de necesidad absoluta de afecto. Abrí la puerta pensando que era el gato de Bruno, mi vecino pintor del tercero -en mi edificio hay sólo tres propietarios. La vecina me agradeció con su uniforme decorado con alfileres y me aclaró que la mascota que acababa de entrar como una tromba había estado toda la mañana sentada y a los gritos. Yo le agradecí la molestia y me puse a buscar al gato por los tres pisos por escalera. En eso sonó mi teléfono y me fui a atender. Supuse que, tarde o temprano, el gato se iba aencontrar con su dueño.

-Encontraste a tu gato? -le pregunté a Bruno el martes.
-Yo nunca lo perdí. A dónde vas así vestida?
-Me entregan el título.
-Ah te felicito! Te invito a Arte BA ya que estamos.
-Gracias! Pero volviendo, te juro que el otró día tu gato apareció maullando en la puerta.
-¿Mi gato? Es imposible, se murió la semana pasada.
-Uy, perdoná, pero entonces dejé entrar a un gato al edificio, ¿vos no lo viste?
-No. Disculpame no tengo tiempo tengo que ir a llevar las obras. Cualquier cosa llamame. Te dejo una invitación.

Con mi invitación en la mano, me puse a buscar al gato en el edificio. No apareció. Supuse que o bien se había escapado de alguna forma, o que, lo que más me gustaba pensar, el fantasma del gato de Bruno había resucitado para volver a su morada. Era un fantasma imperfecto, o será que así son los fantasmas de gato, proque evidentemente necesitó mi ayuda para abrir la puerta.

Hoy llego a mi casa y huelo el aroma regocijante de la mierda de gato. Hasta donde sé los fantasmas no cagan, por más de gato que sean. Me pasé tresw horas hasta que encontré al muy escurridizo metido en el motor de una heladera vieja que hace meses que se guarda en el pasillo. Con una escoba lo saqué de su escondite, lo alcé y lo dejé en el arbolito de la puerta de mi casa. No me dijo "chau" ni "qué lindo haber vivido estos días contigo" ni "nos vemos pronto" ni "miau" ni nada. Estaba mudo y así de mudo me abandonaba. Yo no sabía si ponerme a llorar, odiarlo o arriesgarme a ser echada de mi casa por darle albergue en mi habitación en estos días tan fríos. Mientras pensaba el gato subió al árbol con una agilidad sorprendente, y eso que el bicho no había comido ni tomado nada en los últimos seis días.
Ahora está en una de las ramas más altas, la que da a mi balcón. Escribo esto y lo escucho maullar. Si me asomara, seguro que me miraría con esos ojos de luna enormes, enormes y fosforescentes.
Pero esta vez no lo voy a mirar nada. Que le abra otra la puerta. Que otra se encargue de que llegue a su casa, a su cielo o al paraíso que en suerte le haya tocado.
Yo me quedo adentro calentita, con la frazada hasta el cuello y mi compu sobre las piernas. Total, otra vez, no voy a limpiar sus cagadas.

No hay comentarios: