Adiviná lo que le dijo una mano a la otra
arriesgaste
para romper el témpano que dividía
un café y la mesa en julio
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y yo no respondí y me quedé mirando
cómo subía y bajaba y subía
un maní en el vaso
amarillo.
Después me animé
y quise silenciar a la mano muda
que no había dicho nada
con palabras
y acerqué un labio
como quien acerca un beso
y lo dejé en el cuenco, la rajadura, el valle
entre el índice y pulgar.
Afuera pasaban los colectivos
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y yo me hacía la disimulada
sabía perfectamente
que quien besa la mano
que acaricia las rodillas, la piel, los retazos
por debajo de la mesa
ya sabe todo
lo que ha de besar.
1 comentario:
muy bueno. este lo tenes que leer en publico cuando leas!!!!
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